viernes, 31 de agosto de 2012

Del sistema tribal árabe en tiempos modernos


Yemen, junto a Libia, dícese ser el país árabe donde las tribus conservan una mayor influencia socio-política. Esto ocurre concretamente en el norte del país, en la antigua República Árabe de Yemen - nuestro lugar de residencia actual - unificada en 1990 con Yemen del Sur para formar la actual República de Yemen. De hecho, es común ver por las calles de Haradh a los hombres ataviados con la túnica blanca - o falda en su defecto-, daga en la parte delantera del cinturón a lo Hulk Hogan, chalequito falleret, y turbante de Aladín. Esta sería la vestimenta tradicional de un hombre de origen tribal. Las mujeres por desgracia no salen de su bantú negro, cubiertas de los pies a la cabeza. Las más atrevidas llevan perlitas doradas en las mangas.



Para entender hasta qué punto las tribus participan en el sistema social y político del país, es menester en primer lugar determinar qué es una tribu. Su definición es sujeto de debate, pero aquella con mayor número de adeptos es tal que así: un actor político, social y cultural que se organiza de forma independiente del estado con su propia ética, ley y política. De una manera simple e informal, podemos decir que una tribu puede ser representada por un grupo de familias procedentes del mismo pueblo bajo un mismo apellido. La tribu estaría liderada normalmente por un Sheij, que determina la justicia, y el modo de vida y de subsistencia de la tribu. Casi por naturaleza histórica, las 1.700 tribus existentes en Yemen se ven continuamente envueltas en luchas de poder. De hecho, los asesinatos tribales son muy comunes. Estos se saldan con un nuevo asesinato, o con el pago de dos armas k-47.

Una vez cuasi-definida la tribu, intentemos precisar qué clase de poder ostentan. Por definición queda dicho que las tribus son, a la hora de organizarse, independientes del Estado. Pero, ¿y el Estado?, ¿es independiente de las tribus para la gestión de ciertas competencias?, Parece ser que en Yemen, las tribus serían dueñas y señoras de la gestión de ciertos ámbitos a nivel local tales como la agricultura, la inmigración, y diversas actividades económicas. Por tanto, nos encontramos con una nación regulada de forma descentralizada por un sistema tribal. Incluso la mayoría de gobernantes del país durante los últimos 33 años, eran miembros de la tribu del expresidente Abdellah Saleh.  En este caso, ¿hasta que punto sería correcto hablar de Yemen como un Estado-Nación y no como una Nación Tribal vestida a la moda del capitalismo post-colonialista?

Durante la primavera árabe, el país se vio sumido en una batalla campal librada por las tribus más poderosas del país en busca de la dimisión del presidente y la consecución del poder estatal. Tras la caída del expresidente Saleh, y 9 meses de mandato del nuevo presidente y ex vicepresidente Mansur Al Hadi, se presencia una continua decadencia del sistema tribal. El reto del actual gobierno reside en llenar el vacío de poder tribal ocurrido tras la destitución de un Presidente que fomentaba esta forma de poder. Las partes más progresistas del espectro político yemení confían en una transición hacia una sociedad moderna con un Estado democrático e independiente de la influencia tribal. Los expertos hablan de una verdadera transformación si y sólo si las instituciones estatales se refuerzan, reduciendo al máximo la corrupción, planificando y ejecutando de forma coherente para garantizar la provisión de servicios básicos para la sociedad yemení, tales como agua, electricidad, salud, educación y justicia.



Sin embargo, también existen opiniones académicas que afirman que es posible la coexistencia entre la llamada sociedad moderna y la tribal. Sería pues posible gobernar un país cuya estructura social esté determinada por las tribus, siempre y cuando el poder de estas esté delimitado, anteponiendo el respeto y cumplimiento de la legislación estatal a la local-tribal. Para ello, no es necesaria la desaparición de la soberanía tribal – incluso por el bien de la cultura! - pero sí debiera existir un traspaso de poder hacia lo público de tal forma que exista un estado arbitrario regulador de ciertas competencias tales como determinar el límite geográfico y el tipo de poder de cada tribu. Dónde poner el límite, sería la cuestión.