sábado, 16 de marzo de 2013

Tierra de pureza



“No hay poder en la tierra que pueda deshacer Pakistán”

En 1947, el que fuera el hombre más joven en obtener la carrera de derecho en Londres en el año 1996, Ali Jinnah -  determinado y veterano político -, declaró la creación del Estado de Pakistán; tierra de pureza en Urdu. Con un denominador común; el Islam, Pakistán fue constituido por las regiones del Norte y el Oeste de las Indias Británicas.
Con una extensión de 750.000m² (casi 1,5 veces Espanistán), el 3% del agua del planeta, y el séptimo ejército más poderoso del mismo – con bomba nuclear inclusive -, Pakistán se compone a día de hoy de seis provincias; Punjab, Sindh, Territorios Tribales Administrados Federalmente (no había un nombre más sencillo), KPK (tierra de Pashtun) Kashmir y Balochistan. Hay rumores de que van camino de una séptima, pero todavía por confirmar.

La mayoría de las fruterías que conocemos en nuestros barrios, están regentadas por Punjabis, los mismos que venden birra a un euro en las calles de ocio nocturno. Punjab, - tierra de los cinco ríos - compartida con India, dícese ser el origen de la élite político-militar que controla el país.

Sindh, es la provincia más poblada. Su capital, Karachi, es hogar de 20 millones de pakistaníes y uno de los actuales campos de batalla de la guerra sectaria entre Chiitas y Sunitas. Tanto a nivel político - por la cantidad de votantes que alberga - como a nivel económico, por su acceso al mar y posesión del único puerto potente del país, Karachi tiene un valor crucial en la política nacional, sin olvidar que es el centro financiero del país.

Ambos, los territorios tribales llamados FATA (Federal Administered Tribal Areas), y Khyber Pakhtunkhwa (tierra de Pashtun) son las zonas más bonitas de Pakistán, plagadas de montanas, lagos, bosques y ríos de distintas formas y colores. Estas provincias se denominan la Suiza de Asia Central. Su fauna y flora es bien rica, teniendo cabida hasta para los barbudos más malotes del mundo mundial, que siendo nada tontos, han elegido estas provincias como bastión y base de su guerra contra el mundo moderno encarnado por los Estados Unidos de América y demás aliados. Los amantes de la montana aseguran que es sin duda el lugar más idóneo de la cordillera del Himalaya para hacer senderismo. Desafortunadamente, está ocupado a día de hoy por inquilinos a priori no muy hospitalarios.

Cachemir, es bien conocido por la lana de calidad que proporciona a aquellos que se la pueden permitir. Sumida en un conflicto eterno por su independencia, al mismo tiempo que patio de recreo de los ejércitos indio y pakistaní, es, a juzgar por las wikifotos, una provincia tanto o más bonita que KPK o FATA. A los pies del Himalaya, obtiene del turismo su principal fuente de ingreso, siempre que los enfadados ejércitos se lo permiten.

Por último, Balochistán, es la provincia causante de nuestro viaje al Asia Central y como tal se merece una entrada a parte más adelante. No obstante, adelanto que es la más extensa pero menos poblada del país, y que sufre una marginalización continua por parte del Estado Central pese a tratarse de un país federal. Debido a esta, varios grupos nacionalistas llevan décadas de lucha armada a modo de guerrilla contra las fuerzas de seguridad pakistaníes, que se han saldado con miles de muertos y desaparecidos, in crescendo durante los últimos anos.

Cada una de las seis provincias que forman la República Islámica de Pakistán, no sólo se enfrenta a sus propios conflictos y retos político-económicos, sino también a un periodo de elecciones que debe durar tres meses desde el próximo 16 de marzo. De cómo de tranquilo se desarrolle el período electoral, teniendo en cuenta que se trata de las primeras primerísimas elecciones del país que darán lugar a un Presidente elegido realmente forma democrática, dependerá cuánto tiempo más nos pasaremos trabajando en la distancia desde la cómoda Islamabad y cuánto tiempo cercanos al hospital de Dera Murad Jamali situado en el cinturón verde del este de Balochistán.

Más vale tarde si la dicha es buena. Me acojo a este refrán para justificar los casi dos meses que ha costado actualizar nuestras historias filantrópicas, en caso de que alguien las echara de menos.

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